Resumen
En ámbitos psicológicos y psiquiátricos se experimenta una perentoria necesidad de reconsiderar las clasificaciones diagnósticas en uso, lo que impulsa a cada disciplina a sumergirse en sus conceptualizaciones y revisar la validez de las mismas, aún cuando sus observaciones parezcan obvias.
Consideramos que desde el psicoanálisis resultan insatisfactorias las delimitaciones en tres estructuras estancas (neurosis, psicosis y perversión) ya que esto favorece una tendencia a caer en lugares comunes y diagnósticos estereotipados, en los que no se tienen en cuenta indicadores clínicos confiables referidos al bienestar integral.
Este trabajo cuestiona la validez de referirse a la neurosis como la más benévola de las estructuras al destacar su padecimiento. Un texto autobiográfico de Julio Cortázar y el pensamiento de Winnicott y Rodulfo permiten visualizar alternativas más saludables.
Palabras claves
Neurosis, fenómenos transicionales, renegación, diagnósticos
Introducción – Neurosis, ¿la Alternativa más Saludable?
En la actualidad hay una gran disconformidad en las clasificaciones diagnósticas, no sólo desde la psiquiatría, sino también desde el psicoanálisis, resultando insatisfactorias las delimitaciones en tres estructuras estancas (neurosis, psicosis y perversión). Esto se evidencia en una tendencia a caer en lugares comunes y diagnósticos estereotipados, en los que no se tienen en cuenta indicadores clínicos confiables referidos al bienestar integral.
Relacionado con lo anterior, se escucha con frecuencia en ámbitos psicoanalíticos la expresión “todos somos neuróticos” como una garantía de Salud Mental. Sin embargo, poco se habla acerca de la pérdida de la fantasía, de la imaginación, de la espontaneidad, de la capacidad de juego y de ilusión que silenciosamente acompaña el transitar de aquellos que padecen de una neurosis.
“Ser neurótico” no es lo mismo que tener la potencialidad a serlo inherente a la organización de las distintas tópicas psíquicas. El “tener” un síntoma neurótico o el “ser” neurótico, implica un sufrimiento significativo ya sea que se exprese con síntomas explícitos o de manera larvada con tendencia al sometimiento, a la sobre adaptación y a la mediocridad.
En coherencia con lo anterior, es frecuente ver individuos con diagnósticos de Neurosis, aparentemente de poca gravedad, pero con poca capacidad de conectarse con sus estados mentales, de ser creativos, de usar saludablemente el sentido del humor, sin espontaneidad; es decir, con una particular escasez de recursos psíquicos necesarios para tramitar las exigencias del mundo interno, de la realidad compartida y de los conflictos que son inherentes al estar vivo. Este tipo de pacientes, suelen ser muy resistentes a los esfuerzos terapéuticos y, por ende, con pocas posibilidades de cambios. Sin embargo, otros sujetos, con diagnósticos más comprometidos o menos definidos -pero con muchas de las capacidades antes mencionadas-, sorprenden con remisiones sintomáticas y /o cambios en su funcionamiento poco previsibles desde sus diagnósticos “no neuróticos”.
Todo ello hace que, en muchas ocasiones, se haga difícil sostener la noción de “la Neurosis como la más benévola de las estructuras”.
Una experiencia de Julio Cortázar
“La fascinación de las palabras” es un apasionante libro en el que el periodista uruguayo Omar Prego[i] relata su encuentro con Julio Cortázar. Entre muchos otros aspectos fascinantes de su vida y de su obra, Cortázar cuenta lo que le sucede al descubrir un fenómeno mental que lo sorprende y lo intriga; advierte que padece de un síntoma neurótico y cuenta (da cuenta) cómo este síntoma se resuelve de una manera alternativa, sin consolidarse en una Neurosis ni en otra patología.
A continuación, tomaremos algunos párrafos de la narración de Cortazar para pensar, a través del relato, las ideas propuestas en este trabajo.
Sorpresas del psicoanálisis: más allá de los síntomas y de los psicoanalistas
“Yo creo haberte dicho que los cuentos de Bestiario, varios de los cuentos de ese primer libro de cuentos, fueron, sin que yo lo supiera (de eso me di cuenta después), autoterapias de tipo psicoanalítico. Yo escribí esos cuentos sintiendo síntomas neuróticos que me molestaban pero que jamás me hubieran obligado a consultar a un psicoanalista. (Yo no he ido nunca al psicoanalista en mi vida.) Y yo me daba cuenta de que eran síntomas neuróticos por la sencilla razón de que en mis largas horas de ocio, cuando era profesor en Chivilcoy, me leí las Obras Completas de Freud en la edición española, en la traducción de Torres Ballesteros. Y me fascinó […]
[…] Yo vivía con mi madre, en esa época. Mi madre cocinaba, siempre me encantó la cocina de mi madre, que merecía toda mi confianza. Y de golpe empecé a notar que al comer, antes de llevarme un bocado a la boca, lo miraba cuidadosamente porque tenía miedo de que se hubiera caído una mosca. Eso me molestaba profundamente porque se repetía de una manera malsana. Pero, ¿cómo salir de eso? Claro, cada vez que iba a comer a un restaurante era peor. Y de golpe, un día, me acuerdo muy bien, era de noche, había vuelto del trabajo, me cayó encima (una frase que va a exasperar a los lectores) la noción de una cosa que sucedía en Buenos Aires, en el barrio de Medrano, de Almagro, de una mujer muy linda y muy joven, pero de la que todo el mundo desconfiaba y odiaba porque la creían una especie de bruja porque dos de sus novios se habían suicidado.
Entonces empecé a escribir el cuento sin saber el final, como de costumbre. Avancé en el cuento y lo terminé. Lo terminé y pasaron cuatro o cinco días y de golpe me descubro a mi mismo comiéndome un puchero en mi casa y cortando una tortilla y comiendo todo como siempre, sin la menor desconfianza. Entonces, por mis lecturas de Freud, me dije por qué hasta hacía cuatro días yo miraba cada bocado y ahora, de golpe, no los miraba más. Y si hay una mosca hay una mosca. ¡Cuántas veces nos habremos comido una mosca! ¿Qué importancia tiene? Y me dije que tenía que haber una explicación, no acepté el hecho. Eso fue algo típico mío desde niño: no aceptar los hechos dados. Y entonces, de golpe, se estableció el enlace. Y el final del cuento, cuando ella fabrica los bombones con cucarachas y los dos novios anteriores se suicidan porque han comido esos bombones y se han dado cuenta y el narrador se salva porque tiene la sospecha, abre el bombón y ve la cucaracha y se escapa, claro. Creo que es uno de los cuentos más horribles que he escrito. Pero ese cuento fue un exorcismo, porque me curó del temor de encontrar una cucaracha en mi comida.
Ahora, lo que es extraño – hay otro misterio subsidiario-, es cómo una psiquis, una inteligencia que trabaja en todos sus planos, es incapaz de establecer una relación entre la neurosis, escribir un cuento, curarse de la neurosis y no darse cuenta de que ese cuento era la terapia. Y descubrirlo después […]”
Encontramos en el relato de Cortázar una oportunidad privilegiada para dar una mirada a interrogantes que surgen a diario cuando los pacientes nos sorprenden al mostrar cómo la presencia o ausencia de “síntomas neuróticos” no son suficientes a la hora de evaluar lo saludable o enfermo que puede estar un sujeto.
Ricardo Rodulfo[ii] reformula una serie de conceptos fundamentales que permiten formular y pensar los siguientes interrogantes
¿Por qué resulta de tanto alivio proponer la neurosis como el último bastión de la Salud Psíquica?
¿Qué tipo de Salud garantiza la neurosis?
¿Qué tiene de saludable ser neurótico?
¿Se trata de ser “más Normal”, más “adaptado”, más previsible, menos problemático?
¿Existen alternativas más saludables?
Neurosis ¿normalidad, salud o patología?
Freud nunca se ocupó de hacer un elogio de las neurosis. Sin embargo, es posible observar que de sus textos se extraen conclusiones, muchas veces extrapolando experiencias con adultos severamente perturbados, que tienden a quedar como un supuesto del funcionamiento psíquico.
Comencemos revisando algo tan básico como la noción de conflicto.
Tan básico como preguntarnos ¿el conflicto, es siempre neurótico?
Si bien la noción de conflicto psíquico parece estar presente en la obra freudiana, como aspectos inherentes a la naturaleza humana, no queda claro cuándo el mismo puede ser entendido como un aspecto previsible, propio e inevitable del funcionamiento mental y cuándo el mismo se torna patológico.
Podríamos hacer un parangón con duelo y melancolía, cuyas diferencias parecen estar mucho mejor esbozadas.
¿Qué aspectos del funcionamiento psíquico nos permiten hacer esta diferenciación?
Cortázar nos cuenta cómo se manifestó en él un síntoma; pero también nos permite observar los mecanismos por los que evitó que este síntoma se consolidara en una patología. Sencillamente, muestra los recursos que le permitieron hallar una resolución alternativa a conflictos que perfectamente podrían haber constituido una neurosis.
Revisión de la Relación entre los Conceptos de Instancias Psíquicas y Represión
Entre los conceptos revisados, Rodulfo pone de manifiesto cuál es la relación que, saludablemente, sin que medie un conflicto neurótico, mantiene el inconsciente con el preconsciente, y el deseo con la censura.
¿Están separados en compartimientos estancos? ¿O se comunican entre sí? ¿Cómo? ¿Se fortalecen mutuamente, o se trata de una lucha en la cual un modo de funcionamiento debe triunfar, dominando al otro?
Puede ser útil comenzar por distinguir dos términos que a menudo se confunden al referirse a la relación entre los sistemas o instancias: “diferencia” y “oposición binaria”.
Acordaremos en que un psiquismo saludable necesita de un funcionamiento diferenciado del proceso primario y del secundario, del principio del placer y del principio de realidad. Sin embargo, es fácil observar que toda relación de diferencias tiende a ser rápidamente plegada sobre el modelo de la oposición.
Rodulfo, en el texto antes citado, se refiere a estos aspectos de la siguiente forma:
“[…] Decir oposición implica la existencia de una barra separadora, muy nítida, entre ambos polos y por lo tanto un enfrentamiento siempre en potencia entre ellos como pares antitéticos. En cambio, pensar en preconsciente diferente a inconsciente o deseo diferente a censura, implica que la barra es permeable, una barra que oscila en vaivén, lo cual justifica pensar que plantea no tanto la sustitución metafórica de uno de los términos por otro (que un movimiento de censura sustituya a uno de deseo, o que una contrainvestidura preconsciente sustituya una investidura inconsciente), sino más bien lo que designo, citando a Derrida, “contaminación metonímica” […]”
Siguiendo con estas reflexiones nos preguntamos si es necesario privilegiar el concepto de represión al referirse a la relación entre los sistemas psíquicos, o si, como otra alternativa, no sería más útil dejar abierta la pregunta acerca de cuál es la relación reinante en cada fenómeno que se investigue.
A fin de aclarar mejor los conceptos, entendemos represión como la desunión violenta de una representación o de un sistema con respecto a otro, como el movimiento de expulsión o de alejamiento de una representación. Obsérvese como en este sentido, la represión se acerca mucho más al concepto de oposición binaria que al de diferencia.
Obsérvese también que, entonces, serán muy distintas las repercusiones que puede tener en el sujeto un mecanismo que expulse o desaloje a una representación, condenando su funcionamiento a una única modalidad, o que, por lo contrario, permita que esta oscile, sin anular las diferencias entre el proceso primario y el secundario.
En el texto de Rodulfo antes mencionado, se destacan algunos de los efectos más patógenos de la represión en la neurosis.
- En primer lugar, tiende a la separación entre la vida imaginaria y la actividad. Actividad referida a lo que Freud llama el plano de la acción específica o del pasaje a la acción, no el pasaje al acto.
Es decir que, el sujeto se ajeniza de su deseo y no puede llevar a cabo acciones específicas que le permitan satisfacerlo.
- En numerosas oportunidades vemos cómo al intentar hacer blanco en la interdicción de cierto deseo por ilícito, la violencia de la represión se desborda y ataca el desear. Aparecen entonces inhibiciones que dejan un terreno desértico que muchas veces no vuelve a ser fértil, aún haciendo consciente lo inconsciente.
- En otros casos se logra acceder al objeto deseado, pero se torna imposible experimentar el placer. Se detecta, por ejemplo, cuando alguien dice “Lo hago, pero no lo gozo” o “Hago lo que deseo, pero no lo disfruto”.
Buscando otras alternativas
Todas estas reflexiones, nos llevan a coincidir con los que piensan que quizás sea necesario buscar otro punto de partida en la metapsicología analítica, referido a la relación de la subjetividad con el inconsciente que no pase necesariamente por la represión.
Freud[iii], en uno de sus planteos más revolucionarios a nuestro entender, esboza que el psicoanálisis puede contribuir a la emergencia de un nuevo tipo de subjetividad, uno de cuyos rasgos relevantes lo constituiría el suplantamiento de la represión por lo que él llama juicio de condenación.
De este modo, poder hacer un “juicio de condenación” como de “aceptación de lo deseado, incluidas sus consecuencias”, podría tomarse como un indicador de Salud Mental en un sujeto.
Se debe notar que este juicio jamás podría fundarse en la represión, porque la represión le despoja al juicio de condenación aquello que le es indispensable conocer. En todo caso en lo que podría fundarse el juicio de condenación es en la categoría de la renegación[iv] .
El Concepto de Renegación en Relación con la Salud.
García Reinoso[v] fue un psicoanalista que se ocupó de des-psicopatologizar este concepto al transportarlo de las primeras descripciones de Freud sobre fetichismo al espacio de juego al que él designa, siguiendo a Winnicott, como espacio de la ilusión. Recuerda, a tales fines, la expresión que Octave Manonni utilizó para tipificar la renegación: “Ya lo sé, pero aún así”
Detengámonos, por un momento a meditar en la riqueza de esta frase.
Se trata de un enunciado con una extrema tensión interna, que hace a su fragilidad, pero también a su fortaleza; no deja de insinuar las posibles patologías en las que podría derivar, al tiempo que abre otras alternativas más saludables.
Observemos, por ejemplo, cuántos articuladores tiene: el “ya”, el “pero”, el “aún”, la coma… Toda una complejidad que permite jugar con diversas posibilidades, como por ejemplo con los tiempos que se entrecruzan: pasado, presente y futuro, sin desconocerse, se encuentran en otra(s) dimensión(es).
Rodulfo, junto con García Reinoso comentan algunos de estos aspectos:
- El ya, anuncia algo que viene del pasado, que trae el eco de lo ya constituido, de lo que ya es así, de lo que se debe aceptar o reconocer.
- El aún es el “aún así” del desear que sólo puede realizarse en un futuro.
- La coma pone el índice en un conflicto. Pero no es la raya rígida de la oposición binaria, no tiene su dureza, se curva para introducir un intervalo, un “tiempo de vacilación”, vacilación necesaria para implantarse como sujeto deseante.
- El pero entra en conflicto con el ya, pero no en conflicto de oposición exclusiva.
Por otra parte, la estructura de esta frase en su conjunto, permite dos aspectos de máxima importancia:
- Soportar la paradoja, al tolerar el peso de lo que por diferente y contradictorio es conflictivo.
- Mantener la experiencia afectiva sin coartarla.
En definitiva, se trata de un enunciado que permite un movimiento de asunción de lo propiamente mío, diferente a lo que ocurre regularmente en la operación represiva, donde no es que “ya lo sé”, sino que “ya no sé”, marcando como el retorno de lo reprimido, vuelve como algo que no reconozco como propio.
¿Cómo Sería Imaginar las Neurosis a través de una Perspectiva Winnicottiana? – Un ensayo para pensar
Donald Winnicott fue un psicoanalista que busco y encontró una postura personal en la teoría y la práctica del psicoanálisis. La importancia de descubrir el propio estilo y mantenerlo sin resignar la comunicación con otros ni someterse a las exigencias del medio es un aspecto que se trasluce en todos sus textos y que contribuye en gran medida a la sensación de frescura, originalidad y placer por el gesto espontáneo a lo largo de toda su obra. En relación con esto y entre muchos otros aportes, Winnicott se ocupó de trasmitir el interés y la importancia clínica de una semiología de la Salud, a la que diferenció, de la Normalidad.
Se cuidó mucho de hacer un elogio de las neurosis, más bien, cuando habla de ellas tiende a calificarlas como “aburridas” y en “La psiconeurosis de la niñez” las asimila a cierta normalidad, entendiendo normalidad en el sentido de “la norma”, lo convencionalmente esperado y reconocido socialmente, lo que cae dentro del término medio.
En cambio, llama Salud a “una mezcla de todo” lo cual -paradójicamente- incluye síntomas[vi].
Es preciso expresar con claridad que lo antes mencionado no significa el caos ni la confusión ni ninguna imprecisión. Implica simplemente que aquí no funcionan las oposiciones binarias
Winnicott plantea que las neurosis propiamente dichas no se diagnostican porque haya síntomas sino por cierta estabilización; por ejemplo, las fobias universales de la niñez no tienen por qué ser síntomas neuróticos, lo serán sólo si se consolidan y constituyen defensas estables, muy lejos ya de la mezcla de todo.
La estabilización de esas oposiciones como lo limpio/ lo sucio, lo permitido/ lo prohibido, lo incestuoso/ lo no incestuoso es lo paradigmático de lo neurótico.
Fenómenos Transicionales
Para Winnicott[vii] los fenómenos transicionales van surgiendo en el marco de la relación del bebe con su mamá, siempre y cuando esta pueda adaptarse activamente a las necesidades del niño. Adaptación no mecánica, sino basada en la comprensión de las necesidades emocionales de su bebe, en un principio indisolublemente ligado a su cuidado físico, a la manera en que se lo sostiene y se lo manipula, y más adelante se le presentan los objetos del mundo exterior. En ese momento y sólo si el bebe pudo creer que fue él quien creó el mundo, se fundarán las bases para la capacidad de ilusión y de creatividad.
Capacidad para la ilusión que, comenzando con la preferencia por un osito, una manta o una melodía, irá a metamorfosearse en la capacidad de inventar un juego, y poco a poco dará paso a los distintos objetos y fenómenos de la “Experiencia Cultural”: campos de la estética, del humor, reverberaciones del empuje lúdico.
Winnicott postula que es en el espacio potencial donde surgen los símbolos y se despliega el pensamiento con el que se enriquece el mundo interno.
Ensayo para armar una Metapsicología de los Fenómenos Transicionales
Lo que para el psicoanálisis clásico asume un valor de representación o de simbolización (como en Juanito cuando decimos que el caballo representa el “contenido manifiesto o consciente” y el padre “el contenido latente o inconsciente”), en Winnicott da un giro de inmenso alcance teórico.
En términos del espacio transicional no va a importar tanto si un elemento es consciente o inconsciente. Tampoco puede escribirse en términos de la clásica disyunción afecto/representación. Cuando importa demasiado el estatuto de un elemento cualquiera es precisamente cuando las cosas andan mal.
Es un espacio tal que los elementos que allí ingresan no pueden fijarse y mantenerse antitéticamente.
Nótese que Winnicott propone como destinos para el objeto transicional dos posibilidades, que no son excluyentes entre sí.
La primera es su caída, su olvido por desinvestidura, pero no su represión. Se encarga en destacar que el objeto transicional no se reprime jamás.
La otra, mencionada antes, es su transformación en los distintos objetos y fenómenos de la “Experiencia Cultural”.
Desplegando esta hipótesis, sería posible pensar que las formaciones de lo transicional son formaciones alternativas a las gobernadas por las categorías de la represión.
Algunos puntos de encuentro y desencuentro
Existen muchas formulaciones de Freud referidas a la colaboración entre los sistemas, a la falta de fronteras claras en ausencia de patología. Y aunque no logra articular conceptualmente estas aseveraciones, deja líneas abiertas para seguir profundizando.
Como ejemplos de lo anterior puede citarse lo polimorfo y el libre comercio entre los sistemas.
Entendemos el termino de polimorfo usado por Freud como el no estar sometido a un centro alrededor del cual gira todo lo demás. Es en ese sentido que se puede decir, por ejemplo, que la sexualidad es polimorfa en un niño, que su juego y sus intereses en sentido amplio también lo son.
Lo polimorfo se puede reencontrar bautizado en los textos de Winnicott como lo informe.
Lo informe no es lo amorfo, o sea un fenómeno deficitario, falto de forma o caótico. Tampoco se trata de que aún no estuviese a punto la maduración psíquica o neurológica, ni que una forma se degradase regresivamente.
Cada vez que se persiguen los hilos textuales de lo informe en Winnicott o de lo polimorfo en Freud, se podrá descubrir que tiene que ver con algo cuya forma es entonces la variación de su forma. Por ejemplo, el jugar del niño siempre es diferente y en ese contexto un juguete nunca es el mismo.
Vemos como estos pensamientos se acercan a lo que Freud invoca como “libre comercio” entre los sistemas psíquicos.
Metáfora que reivindica el flujo del ir y venir, la fluctuación que pone en suspenso la pertenencia de un elemento a la conciencia o al inconsciente.
Una consecuencia de gran valor clínico se desprende de ello. Una cosa es la invitación a des-reprimir, pero diferente es la consigna de hacer consiente lo inconsciente, donde se jerarquiza la “conquista” de una instancia por otra.
Testimonios lapidarios de algunos pacientes dan cuenta de ello, muchas veces “se hace consiente lo inconsciente” pero no ocurre nada, no hay ningún pasaje a la acción, al juego. “Eso ya lo sé, pero ¿de qué me sirve?” dan cuenta de esta encrucijada insatisfactoria tanto para pacientes como para terapeutas.
Refiriéndose a modos de cooperación entre los sistemas, Luis Horstein[viii] expresa:
“Freud ya había advertido que el chiste es un juego, y no un juego simple, que se apaga en seguida, sino un juego desarrollado. Supone una concordancia psíquica con el otro, un placer procedente del inconsciente, una cooperación de los sistemas. El chiste, la sublimación, el jugar, el humor, los vínculos son simbolizaciones abiertas que en el choque de repetición y diferencia permiten la emergencia de lo nuevo”
Con estas citas no pretendemos sólo legitimar un pensamiento, sino indagar aquello que lleva a Freud a dar cuenta de un proceso en el que la realidad percibida debe ser a la vez negada como condición de la creatividad.
Un exceso de adaptación a la realidad en desmedro de la vida fantasmática o, por el contrario, la perdida en un mundo imaginario sin contactar con la realidad compartida, configuran algunas de las patologías del espacio transicional.
Las siguientes reflexiones de Freud parecen ir en el mismo sentido:
“Es desolador comprobar cómo la radiante inteligencia del niño se transforma en la abrumadora mediocridad del adulto”.
Todo esto genera el territorio propicio para formular nuevas preguntas
¿Qué pasó con esa persona que alguna vez pudo jugar, imaginar, curiosear, reírse de sus picardías, experimentar con lo diferente, ser espontaneo?
¿Por qué se volvió tan aburrido, tan previsible?
¿Su padecimiento, su mediocridad actual tendrá relación con los efectos nocivos de la represión, con las manifestaciones más silenciosas, más “normales” pero a la vez, más nocivas de las neurosis?
Para finalizar, otra vez Cortazar:
“Yo, desde muy niño, sentía que el humor era una de las formas con las cuales era posible hacerle frente a la realidad, a las realidades negativas sobre todo. De modo que esas asociaciones aparentemente ilógicas que determinan las reacciones del humor y la eficacia del humor, llevan al juego. Lo lúdico no es un lujo, un agregado del ser humano que le puede ser útil para divertirse_ lo lúdico es una de las armas centrales por las cuales él se maneja o puede manejar la vida. Lo lúdico no entendido como un partido de truco ni como un match de fútbol; lo lúdico entendido como una visión en la que las cosas dejan de tener sus funciones establecidas para sumir muchas veces funciones muy diferentes, funciones inventadas. El hombre que habita un mundo lúdico es un hombre metido en un mundo combinatorio, de invención combinatoria, está creando continuamente formas nuevas.”
Síntesis
Pensar – y jugar- con conceptos conocidos de una manera diferente, abrir interrogantes, no dejarse atrapar por frases hechas ni lugares comunes…, podrían ser un antídoto para las neurosis, no siempre tan benévolas… ni siquiera para los psicoanalistas. Ello abre nuevas búsquedas en las conceptualizaciones diagnósticas, siempre desafiadas por la clínica.
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Silvia Sesa: Lic. en Psicología – Especialista en Psicología Clínica – Docente del Posgrado Psiquiatría Infanto juvenil de la UCC.
Irene Kremer: Médica Pediatra – Psicoanalista – Coordinadora Docente y Profesora de la Carrera Especialización Psiquiatría Infanto Juvenil UCC – Doctora en Medicina de la Universidad Católica de Córdoba, con una brillante tesis donde se propone un despliegue de la psicopatología Infanto-Juvenil desde la salud, siguiendo los lineamientos propuestos por Winnicott. Pertenece por derecho propio a esa raza de psicoanalistas que saben mantener un pensamiento independiente.
[i] Prego, O. “La Fascinación de las Palabras” Conversaciones con Julio Cortazar, Barcelona, Muchnik Editores 1985.
[ii] Rodulfo, R. “Las neurosis y las formaciones de lo transicional” en La Problemática del Síntoma, Buenos Aires, Paidós, 1997.
[iii] Freud, S. (1932) Conferencia 31. La descomposición de la personalidad psíquica. Buenos Aires: Amorrortu 1978.
[iv] Freud S. (1927) El fetichismo Tomo XXI. Ed., Buenos Aires, Amorrortu, 1978.
[v] García Reinoso, citado por Rodulfo en ii
[vi] Winnicott, D., “El concepto de individuo sano” en El hogar, nuestro punto de partida, Barcelona, Paidós, 1967.
[vii] Winnicott, D., “Objetos transicionales y fenómenos transicionales” en Realidad y juego, Buenos Aires, Galerna, 1972.
[viii] Horstein, L., “Cooperación entre los sistemas” en Las Depresiones, Buenos Aires, Paidós, 2006.