Cómo la voracidad del “hoy” nos enceguece respecto a los procesos históricos
Hace más inaccesible el acceso o la detección de procesos verdaderamente nuevos que asoman, por lo general invisibilizados por el fragor del periodismo diario.
No sin razón Goethe presintió este y otros peligros cuando apenas despuntaba lo que hoy es toda la magnitud del orden mediático, redes sociales incluidas.
No sin razón Albert Camus ironizó sobre lo que definiría al hombre contemporáneo: “… Fornicaba y leía el diario…”.
No nos dirigimos en absoluto contra el valor bien occidental de la libertad de prensa, que junto con otras libertades compone nuestro patrimonio cultural, al cual no querríamos renunciar. Lo que aquí consideramos apunta a reflexionar sobre ciertos rasgos de lo que llamamos “información”, “estar informado”, y ciertas contrapartidas desventajosas de aquellos o de algunos de aquellos. En general, están contenidos en la misma palabra “diarios”, lo mismo que en el inglés news. Es casi lo contrario de lo que podríamos criticarle al psicoanálisis clásico, un atosigamiento de novedades cotidianas carentes por lo común de todo aspecto nuevo de verdad, ahogamiento en lo actual, que en realidad queda construido por la estructura del diario, no la preexiste.
En otros tiempos sin prensa ni noticiarios televisivos ni redes siempre “al día”, no tenía entidad alguna el supuesto presente, ni siquiera había relojes por todas partes que marcaran el paso de las horas de ese presente absoluto. El diario lo creó. La consabida frase de que “Nada más viejo y caduco que el periódico de ayer” subraya la patética anulación de toda dimensión temporal que no sea la de ese presente metafísico, que se pasa por alto nada más ni nada menos que los procesos y las lentas transformaciones históricas, acentuando únicamente la encegecedora y encandilante luz de lo de hoy, un hoy cuya existencia es más que dudosa a la luz de aquellos procesos.
Este es el punto donde nos vendría muy bien una inmersión en el pensamiento de Francois Jullien el filósofo y antropólogo francés que buceó a fondo en el pensamiento de la cultura china, en bellos libros como su Tratado de la eficacia, que además cuenta con un extenso e ineludible prólogo de Alejandra Tortorelli. Jullien insiste en el punto de lo procesual en ese pensamiento, que no cree en la consistencia de noticias bruscas ni de giros espectaculares, para ahondar en el paso a paso de silenciosos e inadvertidos procesos de metamorfosis que mucho demoran en ver la luz. También en esa paradoja de que cuando algo alcanza su punto culminante… es que empezó su larga declinación.
Todo esto reviste mucha importancia en tiempos como estos, donde sobran los pronósticos más agoreros, en particular acerca de las tendencias políticas que llevan al gobierno de muchos países a figuras y a partidos notoriamente reaccionarios, cuando no abiertamente fascistas. O cuando se trazan imágenes y relatos apocalípticos sobre el destino de esas largas columnas de inmigrantes. Descripto así, nos hace sentir en un fin del mundo, o por lo menos una amenaza mortal a lo mejor de nuestra cultura y de nuestras sociedades. Sucede que esos relatos, centrados en una radicalización del motivo metafísico de la presencia y del presente como algo concreto que está ahí, a mano, no nos dejan pensar más en los largos e intrincados caminos de la historia de las culturas humanas, absolutizando absolutamente lo que acaba de pasar “hoy”, hoy que ganó Bolsonaro. La enseñanza que podría proporcionarnos la experiencia de cómo, aparentemente de golpe, una tendencia así da un giro y se invierte, no solemos aprovecharla, aterrorizados y pasmados por lo que dice el diario o el noticiero de esta mañana. Y en muchas situaciones esta lectura apresurada induce a un pesimismo desesperado y al mismo tiempo conformista: nada se puede hacer.
Lo más importante de un diario es aquello que no cuenta, no porque lo oculte –como también sucede- sino porque por su misma estructura no puede dejarlo ver ni entrever ni sospecharlo ni pensarlo. En ese sentido, leer los diarios o escuchar las noticias en negativo debería poder ser un habitual y excelente ejercicio para que no nos trague un presente que solo es real en el discurso de lo mediático. Poseído por su naturalismo empirista este orden -hoy tan intensificado por el imperio de lo digital- no es capaz de imaginarse aquello que su lectura hace parecer imposible.
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